Cabárceno deja huella


«¡Un toro! ¡Un toro!», gritan los niños y niñas de 3 años que han bajado hace unos minutos del autobús, protegidos de las inclemencias del tiempo con sus anoraks rojos. «No. No es un toro. En cuanto veis unos cuernos, ¡hala!, todo es toro. Es un ciervo», les explica Patricia Bravo. La monitora de Cabárceno les muestra la siguiente lámina. «¡Un toro!», vuelven a exclamar los más osados. «No. Este se le parece más, pero tampoco es un toro. Es un bisonte». Les queda todo un mundo por descubrir antes de abandonar la cabaña de madera, parecida a la de los cuentos, en la que se cobijan. Fuera, el viento y la lluvia erizan la superficie del Lago del Acebo.
Estos 35 escolares vienen del Jardín de África. Es el nombre de su colegio, en Santander, y es su primera visita al Parque de la Naturaleza de Cabárceno. El tiempo no acompaña, pero no todo lo emocionante está fuera. En la casita del taller ‘Así piso, así soy’, les reparten bolas de arcilla. Les piden que las coloquen sobre unos moldes y que las aplasten con todas sus fuerzas. A juzgar por cómo golpean, vienen bien desayunados. Cuando retiran la masa, aparecen en el reverso huellas de animales con diferente número de dedos. Podrán llevárselas de recuerdo.
Los alumnos aprenderán, entre otras cosas, que el canguro wallaby, el ciervo y el bisonte tienen dos dedos, que los animales que dejan una huella como esa se alimentan de hierba y se llaman herbívoros. Sabrán que otros ejemplares, como el tigre o la leona, tienen cuatro dedos y que eso, por lo general, significa que comen carne o, lo que es lo mismo, que son carnívoros. Descubrirán que especies como el oso pardo tienen cinco dedos, igual que los humanos, y que son omnívoros, es decir, que en su dieta cabe de todo.
El taller de reconocimiento de huellas es el más básico de los que se imparten en Cabárceno. Está orientado a escolares de educación Infantil y del primer ciclo de Primaria. Pero el Aula de Educación Medioambiental organiza actividades «adaptadas a todas las edades», aclara Eduardo Vejo, coordinador del departamento.
Tintes naturales
En ‘Homo Natura’, por ejemplo, los niños de segundo y tercer ciclo de primaria «aprenden a hacer tintes naturales y a pintar en unas paredes que tenemos, con imitación a roca, como si fueran habitantes de cuevas». El Taller de Elefantes «es bastante atractivo». Los escolares, a partir de tercer ciclo de Primaria, visitan las cuadras y hay «un tú a tú entre alumnos y cuidadores».
No sólo los chavales, para los que también se gestionan celebraciones de cumpleaños, tienen su espacio en el Aula de Educación Medioambiental. Cada vez hay más cursos para adultos. El de ‘Fotografía en la naturaleza’ cumplirá en junio su tercera edición. A pesar de que algunos participantes llegan «con conocimientos básicos incluso sobre su propia cámara, luego es sorprendente lo que llegan a hacer con ella», asegura Vejo. Los alumnos de los dos cursos anteriores han cedido al parque sus imágenes de paisajes y animales. Cabárceno organizará una exposición itinerante con las 46 mejores. Se estrena este mes en el Palacio de Exposiciones de Santander y después se ofrecerá gratuitamente a demanda. Las salas que deseen mostrarla sólo tendrán que pagar los portes.
Perros bien cuidados
Cabárceno impartió en febrero su primer curso de bonsái. En marzo ha comenzado el de educación canina en positivo. Entre las personas que se han apuntado, figuran varios cuidadores de Aspacán, la Asociación para la Protección y Adopción Canina de Torrelavega, que se ha hecho cargo de los 400 perros que malvivían en una finca de Torres, cuyas instalaciones habían degenerado hasta la indignidad. Los animales permanecían atados con cortas cadenas a pequeñas casetas, que quedaban rodeadas de fango y charcos apenas caían cuatro gotas. Para otoño, otra novedad: el primer curso de cata de vinos, «que vinculará el hombre, la tierra y el vino», explica el coordinador del Departamento de Educación Ambiental.
«Lo que más se busca con estas actividades es atraer al público, hacerle Cabárceno cercano, crear un vínculo especial, para que no se quede en una simple visita y sigan en contacto con nosotros. Muchos alumnos que han venido el año pasado han vuelto con sus padres», resume Eduardo Vejo. No sólo llegan colegios de toda Cantabria, también del País Vasco, Madrid, Asturias, Castilla y León y, cada vez más, Francia e Inglaterra.
Hoy, el turno es para los más pequeños del Jardín de África. Observarán desde el autobús a los elefantes, porque llueve. Pero tampoco está mal. A estos paquidermos que proceden del mismo continente que da nombre al cole les gusta bañarse en la laguna cuando cae agua del cielo. Y a los gorilas podrán verlos a cubierto, sin mojarse

Fuente: eldiariomontanes.es

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