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Cantabria, riesgo cero de tsunamis

El reciente 11 de marzo no fue un día normal en el Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria. El terremoto de Japón y los posteriores tsunamis dispararon todas las alertas y movilizaron a los expertos de todo el mundo. Y también a los cántabros, pese a que los especialistas de este organismo saben que esta región tiene un riesgo cero de maremoto.
En Santander, un equipo de personas dirigidas por el profesor Mauricio González analizó en tiempo real la información que llegaba del Pacífico. La actividad fue frenética hasta que el grupo consiguió, pasadas unas horas y con los datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de EE UU, establecer un modelo de cómo iba a comportarse el tsunami en su avance hacia Oceanía y las costas americanas.
El objetivo era doble: conocer de primera mano un fenómeno que estudian desde hace 15 años y ofrecer al Gobierno de El Salvador, con quien trabajan, información concreta sobre las consecuencas en su literal. Sus previsiones se cumplieron y las olas no pasaron del medio metro.
«La organización de Japón es un ejemplo de cómo se debe responder a un tsunami», afirma González. Pese a la gran densidad de población de este país asiático (130 millones de habitantes) y de que el 70% de la gente vive en zonas de litoral, el número de víctimas mortales (se estima en 17.000) dista mucho de las 230.000 que produjo el tsunami de similar intensidad que el 26 de diciembre de 2004 arrasó las costas del Índico.
«Cuando las olas llegan a la tierra, ya nada se puede hacer», explica el experto que cree que la clave del ‘éxito’ de Japón fue «la prevención y el sistema de alerta local». «A los tres minutos de detectarse el seísmo, ya habían sido informados el primer ministro y todos los servicios de emergencia; a los siete, las televisiones, las radios y todos los equipos de alerta estaban avisando. No se llegó a tiempo para evacuar la zona de Sendai, donde las olas impactaron a los 10 minutos, pero sí el resto de la costa, que fue castigada sólo cinco minutos más tarde».
«Los japoneses saben lo que tienen que hacer, ordenan marcharse de urgencia al mínimo aviso, y cuentan con modelos informáticos, basados en numerosos estudios, que determinan al instante la intensidad y la posible devastación de un tsunami». Este modelo se ha implantado en Indonesia, el Caribe, Chile y se quiere hacer extensible a Europa, «salvo en el caso de España, que pese a ubicarse en una zona de alto riego sigue sin involucrarse», se lamenta González.
Aunque las posibilidades de que se genere una ola gigante en el Cantábrico son casi nulas, debido a que no existe actividad sísmica en la zona y que no se producen deslizamientos verticales entre la placa Norteamericana y la Euroasiática, no ocurre lo mismo en la zona sur-occidental de España y la mediterránea desde el Mar de Alborán hasta las costas de Cataluña.
Fallas y maremotos
En estas áreas, afectadas por la colisión de las placas Euroasiática y Africana, hay varias fallas (sur de Portugal y norte de Argelia) en las que sí se generan desplazamientos verticales, que podrían causar maremotos con efectos devastadores en el litoral español.
Las conclusiones de los estudios del Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria, dentro del proyecto europeo Transfer, en el Golfo de Cádiz es alto el riesgo de un desastre de este tipo. «Ya hubo uno en 1755 (murieron 15.000 personas), y si hoy en día se repitiera en época estival, podría generar una catástrofe igual o superior a la de Indonesia, dada la masiva ocupación de la franja litoral y la afluencia de turistas en estos meses» advierte.
Según los datos con que cuenta el instituto, en cualquier momento la costa gaditana podría ver cómo se abalanza sobre ella el mar, con olas superiores a los 10 metros, que arrasarían el 80% de la ciudad. Igual suerte correrían Chipiona y el resto de las localidades costeras de las provincias de Huelva y Cádiz.
En la cuenca del Mediterráneo occidental ya han vivido este tipo de episodios con mayor frecuencia y, aunque no son tan desastrosos como los de la cuenca Atlántica, «sin embargo son capaces de inundar zonas bajas del litoral», ilustra el técnico.
La costa Mediterránea
Estudios recientes muestran, además, cómo algunas zonas de Almería, Murcia y localidades de las islas Baleares podrían ser inundadas por un oleaje de más de tres metros. «A esto hay que añadir problemas operacionales en puertos, debido a efectos de resonancia locales, que generan el hundimiento de embarcaciones en zonas de atraque e incrementan el riesgo de contaminación ambiental. El profesor añade que las costas mediterráneas «también podrían verse afectadas por tsunamis generados en el Mediterráneo oriental, principalmente el Egeo, una zona con más actividad sísmica».
«No sabemos cuándo será, pero un maremoto volverá a sacudir las costas del Atlántico español. Por eso es necesario -y así se lo hemos hecho saber sin éxito al Gobierno- evaluar la peligrosidad y el riesgo que hay de estos fenómenos a lo largo del litoral español. También habría que definir qué medidas hay que establecer para reducir el riesgo de la población asentada en los lugares que corren peligro y se debe implementar un sistema de alerta local y programas de educación y preparación de la ciudadanía».

Fuente: El Diario Montañés

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